lunes, 2 de marzo de 2020

DERECHO A ESTAR TRISTE: EL DUELO

EL DUELO NO SE MEDICA, SE ACOMPAÑA
El duelo es la reacción a la pérdida de un ser amado o de una abstracción equivalente: la patria, la libertad, el ideal, etc ... Bajo esas mismas circunstancias surge en algunas personas la melancolía o duelo patológico.


 La melancolía se caracteriza psíquicamente por un estado de ánimo profundamente doloroso, una falta de interés por el mundo exterior, la pérdida de la capacidad de amar, la inhibición de todas las funciones y la disminución del amor propio. Esto último se traduce en reproches y acusaciones de las que la persona se hace objeto a sí misma pudiendo llegar incluso a una delirante espera de castigo. El duelo muestra esas mismas características a excepción de la perturbación del amor propio.
En el duelo la persona siente que el mundo ha quedado pobre y vacío, en la melancolía el sentimiento es que la propia persona ha quedado empobrecida y se siente despreciable.
Cada etapa del desarrollo significa un duelo. Renunciar al pecho, a la relación infantil con los padres, a cada uno de los vínculos contenidos en los diferentes periodos del desarrollo. Cada pérdida se experimenta con más o menos dolor. Cuando sobreviene una pérdida real, lo que ayuda a vencer esta pérdida vivida como abrumadora es el haber podido establecer en los primeros años una buena relación con los objetos primarios (padres) y por lo tanto haber podido interiorizar una buena imagen de sí mismo y un superyó tolerante. ¿Cómo se consigue ésto? No sin una buena labor de los padres basada fundamentalmente en el sentido común y el amor al hijo para que éste pueda ir aceptando que la omnipotencia no existe, por ejemplo, lo que es sumamente importante ya que el niño cree que con su fantasía puede destruir aquellos objetos que le causan displacer, cree que porque él lo deseó en algún momento de enfado su abuelo murió, su hermano enfermó, el padre se quedó sin trabajo ...

El mayor peligro para persona en duelo es cuando los sentimientos de culpa dan lugar a la vuelta hacia sí mismo del odio hacia la persona amada y perdida. Cuando los sentimientos de odio no se han elaborado adecuadamente hacen que en estas circunstancias los sentimientos de culpa aumentan notablemente.
En el duelo normal existe culpa pero es una culpa reparadora. En el duelo patológico la culpa es persecutoria. Que una persona sienta culpa reparadora o persecutoria en situaciones de pérdida va a depender de cómo ha elaborado el niño los sentimientos agresivos. Regalar a la madre un dibujo bonito porque poco antes le dijo algo cruel, algo que le molestó y que ésta lo reciba con agrado generará culpa reparadora. El niño recibe de esta manera el mensaje de "no soy tan terriblemente odioso ni he hecho tanto daño a mi madre con lo que dije, aunque en ese momento era mi intención, ya que ella ha aceptado mi dibujo hecho con cariño". Si en el mismo caso la madre se niega o rechaza ese regalo, se mantiene en la situación de ofendida, la culpa generada será persecutoria. La culpa reparadora está del lado de la pulsión de vida, la persecutoria de la pulsión de muerte. Las emociones que acompañan a la culpa persecutoria son: resentimiento, desesperación, temor, autorreproches, etc., mientras que las que acompañan a la culpa reparatoria son pena, tristeza, nostalgia, preocupación por si mismo ...

El duelo normal se manifiesta generalmente con actividades sublimatorias y de reparación. La persona ante la pérdida se dedica a escribir, pintar, o a algún otro tipo de actividad creadora que a lo mejor no había realizado antes. Algunas se vuelven más productivas, más capaces de apreciar a los demás y a las cosas, más tolerantes en las relaciones con los demás, mas sensatas. Cada avance en el proceso de duelo da por resultado una profundización de la relación con los objetos internos, la felicidad de reconquistarlos después de haber sentido su pérdida, una mayor confianza y amor hacia los demás pero sobre todo hacia uno mismo.
La culpa persecutoria, resultado de haber introyectado en la infancia un objeto de amor frustrante, básicamente la madre, al que ataca o intenta destruir dentro de sí, determinará la aparición de duelos patológicos que frecuentemente desembocan en cuadros melancólicos o en otras expresiones psicoticas.

La pérdida temporal o definitiva, de un objeto  amado, apreciado, provoca en la persona el sentimiento de que ha perdido conjuntamente algo que le es propio. El dolor en el duelo se debe tanto a la pérdida del objeto como al dolor producido por la pérdida de una parte de sí mismo. El yo siente dolor, tristeza, por haberse quedado empobrecido por la pérdida. Ante esta pérdida el yo tiene necesidad de renovar los vínculos con el mundo externo y al mismo tiempo reconstruir su mudo interno que se siente en peligro de deterioro o desastre. Esta renovación y reconstrucción necesitan tiempo y van acompañadas de tristeza.

El duelo  normal no es una enfermedad que haya que medicar, es un proceso que hay que acompañar. Superar la pérdida lleva tiempo y no es posible  sin  momentos de profunda tristeza. 

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